Lucía Silveira, Emiliano Robaina y Malena Peralta, estudiantes participantes del proyecto.
En el marco del proyecto Sujetas Sujetadas, un viernes 29 de mayo esperábamos expectantes escuchar e intercambiar historias, experiencias y emociones con un grupo de expresas políticas de la dictadura uruguaya. Alrededor de una película dirigida por Manane Rodríguez en 2016, Migas de pan, nos integramos distintos grupos y generaciones en un mismo espacio virtual, un cine foro moderado por Carla Larrobla e integrado por distintas panelistas: Manane Rodríguez (la directora), y expresas políticas: Lucía Arzuaga, Anahit Ahanorian, Ivonne Klingler y Lilián Celiberti. Este espacio dio pie a la escucha de voces, sus voces, llenas de historias, de emociones, fortalezas y dolores, que han buscado transmitir sus relatos y experiencias.
A partir de una pregunta generada por una estudiante del IPA de historia, Manane contó que creía que debía hacer algo desde su posición, desde su trabajo. “Creo que era una deuda que teníamos los cineastas, por un lado, de contar la dureza de la represión y la dureza de la represión a las mujeres en concreto” fue algo liberador, sanador. Varias expresas dijeron sentirse identificadas con la película, al punto que les fue difícil ver alguna de sus partes. “Yo caí en un bar y salí gritando ‘soy Lucía Arzuaga’”. Anahit mencionaba que la película las representa a todas, aún en sus faltas y sobras, pero que “transmite lo que quiere transmitir”.
Algo que manifiestan (y han manifestado en reiteradas ocasiones) es la necesidad de un diálogo con generaciones más jóvenes. Y lo han conseguido. Ivonne, por ejemplo, ha recorrido muchas localidades —incluso del interior del país— hablando con jóvenes sobre la película. Lilián Celiberti contaba una de sus experiencias dentro del diálogo intergeneracional, cuando pasaron la película en Treinta y Tres, resaltando que al final había quedado un “enorme silencio”, al igual que la primera vez en que ellas vieron la película; “hay un choque emocional muy grande con relación a lo que sucede en la película”.
“Creo que es absolutamente necesaria para llamar la atención acerca de la ausencia de esa narrativa, de ese lenguaje, de esas experiencias”. La ausencia de narrativa a la que se refiere, tiene que ver con el predominio de una memoria de la resistencia al terrorismo de Estado contada solo desde las voces de los varones. En ese sentido Graciela Souza trae la imagen de la conmemoración de los 10 años de la liberación de lxs presxs políticxs, por todos lados estaban solo los varones, eran los presos políticos: “nos dimos cuenta que no existíamos”. Mientras ellas hablaban, los y las jóvenes escuchábamos, reflexionábamos sobre sus experiencias y las nuestras respecto a la historia que no se ha contado.
“Hay un momento para la escucha donde los oídos de la sociedad se abren a escuchar frente al dolor o dramas colectivos” contaba Lilián, haciendo referencia a algo que le dijo Marcelo Viñar y que le reconfortó el alma. Este momento de escucha llega con jóvenes interesados en el pasado reciente y en las historias que quedaron por relatar, por salir a la luz. “Lo que me importa, porque muchos gurises jóvenes ven la película y preguntan, lo que
más cuesta comprender es que en este caso la violación de los derechos humanos fue por parte del Estado”, comparte Ivonne.
Ven un interés, ven preguntas que rondan las cabezas jóvenes que buscan comprender: ¿por qué? ¿para qué? Ivonne comentaba que la pregunta más reiterada entre los jóvenes es: ¿cómo lograron salir adelante con todo lo que vivieron? Los gurises escuchaban atentamente, escuchábamos atentamente, las veíamos agradecidas con lo que vienen logrando, con el empuje que les dio la película, con la sensibilidad y el cuidado con que se les acercan, “gracias a las generaciones que se acercan con sensibilidad y nos cuidan”.
La intervención de Mariana, estudiante de bachillerato, fue un punto de confluencia en donde se unieron preocupaciones, opresiones y luchas que ocupan diferentes “momentos de escucha”, como planteaba Lilián, pero también de militancia. Aquella estudiante de cuarto año de secundaria buscó profundizar en las estructuras patriarcales que caracterizaban al terrorismo de Estado y sus mecanismos de tortura, lo cual nos invita a reflexionar sobre ¿qué puertas abre este intercambio intergeneracional para las jóvenes del hoy que retoman la memoria interpretándola desde perspectivas actuales? o ¿qué significa para las expresas políticas retomar sus experiencias analizándolas desde la perspectiva de estas “nuevas luchas” arraigadas fuertemente en la juventud de hoy?
Si el intercambio intergeneracional resulta tan enriquecedor es porque existe una unión que sobrepasa lo “generacional”, aquel momento concreto en donde se vuelve vital poner el cuerpo en la lucha, pero ¿cuáles son esas relaciones existentes entre las luchas del ayer con las del hoy? ¿por qué es importante nutrirlas?
Lo emocional, aquello que históricamente las mujeres se vieron prohibidas a expresar públicamente, especialmente durante el terrorismo de Estado donde la violencia emocional jugaba un rol primario -junto a la violencia física y sexual- como parte de los mecanismos sistemáticos de tortura, hoy es un lugar desde donde las expresas eligen habitar, liberar la palabra, retomar la memoria y compartir(se). Las nuevas generaciones también optan por lo emocional, por comprender que la historia sabe de frustraciones y alegrías, de compañerismos y dolores; que saberse emocionales, humanas, no significa ser débiles.
¿Se arrepienten de haber tomado la decisión de luchar contra el sistema?
“No estoy para nada arrepentida. Creo que fue de las épocas más ricas de mi vida”, decía Lucía. Anahit concibe que movilizarse y luchar contra el sistema opresor “es nuestro compromiso de vida, nuestra obligación”, mientras Lilián retoma que la resistencia masiva por parte de los jóvenes es fundamental y recuerda con orgullo a “los jóvenes tomando la política a partir del 68”.
Cuando Fiorella, integrante del proyecto, les preguntó sobre su relación con el movimiento feminista hoy en día, todas corearon al unísono el nombre de Lilián para que ella respondiera. Luego de decir que le interesaría oír las respuestas de sus compañeras definió al feminismo como un movimiento de memoria. Cantar “somos las nietas de las brujas que no pudieron quemar” es recuperar el hilo de la experiencia social de las mujeres. Y en ese sentido pensaba: podríamos reconstruir el hilo que nos trajo hasta este evento. Cuando las
presas políticas se dieron cuenta que “no existían” se organizaron para generar memoria de manera colectiva. Eran los años de las primeras marchas del silencio y las primeras expresiones públicas contra la impunidad, que había calado hondo desde la derrota del voto verde. Dos décadas después más de una veintena de ex presas políticas radican la denuncia contra el Estado por violencia sexual durante el terrorismo de Estado. Manane contó en el foro que a raíz de esta denuncia es que ella siente que debe hacer algo desde su lugar de cineasta para amplificar la voz de la memoria de éstas mujeres.
En esta breve reconstrucción se pueden ver algunos de los hilos de la experiencia social de las mujeres. La pregunta de Fiorella, que hace parte al diálogo intergeneracional, lo pone de manifiesto. Esta es una forma significativa de construir memoria. Todas hablan de “muchas cárceles”, de las voces, de las verdades, porque saben que si hay una sola voz que habla en nosotros, su historia no va a ser contada. Un ejercicio de memoria feminista es aquel que construye memoria con estas voces, no para reconstruir un relato plural, coral, sino porque parte de reconocer la desigualdad social de las voces que realizan un ejercicio de memoria.
Nosotres —Lucía, Malena y Emiliano— como jóvenes, somos sujetas y sujetos de esta sociedad en donde reina la impunidad. No queremos vivir en una sociedad así. En ese sentido sentimos la responsabilidad, entendida como un compromiso asumido con alegría, de amplificar las voces de estas mujeres, para que gran parte de la comunidad pueda apropiarse de sus experiencias, de sus memorias, para que se vuelvan cada vez más colectivas y de su causa que, por supuesto, es también la nuestra.
Luz Menéndez recordó al final:
“Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad tal vez no merezcamos existir”
José Saramago