Noelia González y Elisa García Lester, estudiantes participantes del proyecto.
Son muchas caras, aparecen de a poco en la pantalla….Jóvenes, mujeres mayores, madres con sus hijas, padres. Todos con sus micrófonos apagados. Igual que en esta reunión de zoom las imágenes y memorias de estas mujeres que estuvieron presas durante la dictadura por su militancia política emergen de a poco entre preguntas y anécdotas. El pasado se vuelve presente al conversar sobre “Migas de Pan” una película que representa la peripecia carcelaria, la salida y las luchas por justicia de mujeres durante la última dictadura en Uruguay.
El encuentro se realizó el viernes 29 de mayo, en el marco del proyecto Sujetas Sujetadas, un cine-foro sobre la película “Migas de Pan” estrenada en 2016. Participaron los/as integrantes del proyecto, ex presas políticas, estudiantes liceales y público en general. La dinámica consistió en la realización de diversas preguntas a un panel de cinco mujeres: Manane Rodríguez, uruguaya exiliada durante la dictadura y directora de la película “Migas de Pan”, Lucía Arzuaga, Anahit Aharonian, Ivonne Klingler y Lilián Celiberti. Las últimas cuatro son ex-presas políticas que participan en el proyecto.
Un cine-foro suele estar enfocado al diálogo entre los espectadores y la obra audiovisual. Sujetas Sujetadas le dió un toque especial. Aquellas que inspiraron la narración de la película reflexionan sobre lo que cuenta y las repercusiones que tuvo. Y aunque la lejanía característica de la virtualidad está latente, no se pierde complicidad, las señas de una cámara a otra, y las jóvenes miradas atentas. En el chat se puede ver el seguimiento de los espectadores de cada cosa que expresan las panelistas. Y en ocasiones, con el objetivo de tener más voces que cuenten experiencias, otras ex-presas políticas abrieron sus micrófonos para participar.
El evento, que convocó alrededor de 160 personas, comenzó con una breve explicación sobre Sujetas Sujetadas y de cómo se desarrollaría la actividad. Carla Larrobla, integrante del cuerpo docente del proyecto, actuó como moderadora. Así, recordando las palabras de Ivonne Klingler en el primer video lanzado a las redes del proyecto, empezó el encuentro y se dio paso a la “liberación de la palabra”.
Con el fin de propiciar el intercambio intergeneracional las preguntas estuvieron a cargo de estudiantes liceales y universitarios. En una primera instancia la charla se centró en el proceso de realización de la película. Manane recordó que a partir de la denuncia por violencia sexual durante el terrorismo de Estado efectuada por mujeres ex presas políticas en 2011, sintió la necesidad de colaborar con su difusión a través del arte. Durante el proceso de pre-producción recorrió la cárcel de Punta Rieles para poder recrear fielmente el contexto de encierro. Recabó los testimonios de las ex presas políticas a través de Ivonne
Trías, autora del libro “La Tienta” en donde describe la experiencia carcelaria. Según contó la directora como anécdota, cada vez que Ivonne quería recordar algo, escribía a sus compañeras y recibía un montón de respuestas al instante. Las ex presas confirmaron esto entre risas. La inspiración para la obra también surgió del libro “Mi habitación, mi celda” de Lilián Celiberti. Manane entiende que aún hace falta contar la crueldad de la represión, pero particularmente darle voz a la historia de las mujeres que sufrieron el terrorismo de Estado y “Migas de Pan” busca saldar en parte esa gran deuda.
Lucía, ex presa política, se sintió muy identificada con la película, la cual refleja el objetivo que tenía el Terrorismo de Estado de destruirlas como seres humanos. Además rememora cómo la película resonó en su entorno cercano, “mi hermana mayor vino llorando a decirme: y yo no te ayudé a que vos hablaras. Yo tenía 23 y ella 28”. Lucía reflexiona acerca de lo valioso de la película en este aspecto, porque permitió que se tomara cabal dimensión del horror vivido, incluso aquellas personas con las que ya había hablado, como su hermana. A diferencia de la denuncia efectuada en 2011 por la cual recibieron durísimas críticas, la película despertó respuestas muy positivas, “recibí infinidad de mensajes de apoyo” afirmó. Anahit también reconoce que le sucedió algo similar con su hijo y que la película, permite a través de las imágenes mostrar cosas que van más allá del relato, generando mayor acercamiento y comprensión en la escucha.
Así, el resto de las panelistas fueron contando las emociones que les despertó la película. Para Anahit, la represión de los militares está muy bien representada y rescata, con la complicidad de sus compañeras, pequeños guiños a la realidad que pueden reconocer en la película. Destacó que la forma de salir de los peores momentos durante el encierro era igual a la representada en el film: con música, representaciones teatrales y “con abrazos, abrazos directos o abrazos a la lejanía, como el saludo a los calabozos”. Lilián, por su parte, considera que la película abarca un recorte narrativo muy necesario y cuenta que le ha servido como herramienta para desatar reflexiones con las nuevas generaciones y en espacios de militancia feministas. La película también recorrió el país de la mano de Ivonne Klingler, quien agradeció a Manane por su obra y dejó claro lo imprescindible que es contar el pasado reciente desde el arte. Durante la charla que transcurrió con fluidez, no faltaron las sonrisas espontáneas ante alguna mínima dificultad con los micrófonos.
Las preguntas también despertaron reflexiones sobre la construcción de la memoria específicamente desde su lugar como mujeres. Manane reconoce que su vivencia como exiliada durante la dictadura, la llevó a observar la situación de las mujeres en las cárceles de la época, porque en definitiva ella podría haber pasado por lo mismo. Además, cuenta que en su rubro son muy pocas las mujeres, solo el 7% son directoras y se refiere a la necesidad que existe de contar sus historias. Y aunque en la actualidad abundan los hombres que cuentan historias de mujeres, ella siente que las cineastas aportan más riqueza y potencial a los personajes femeninos.
Ivonne reconoce que la tortura fue igual de dura para las mujeres y los hombres, la diferencia recaía en los métodos que se utilizaban. La tortura psicológica de las mujeres
solía recurrir a lo afectivo, mientras que la de los hombres se orientaba hacia su rol como militantes. Cuenta entonces, cómo se las veía a las mujeres como seres secundarios en lo político. Lilián también reflexiona sobre este tema. Para ella, los roles y estereotipos eran preexistentes en la sociedad, y eso se trasladaba a los métodos de tortura. Por lo tanto, el intento de destrucción a las mujeres era a través de la familia, los hijos, los afectos. Relata que fue secuestrada con un compañero pero, era ella quien tenía hijos y ahí encontraron la vulnerabilidad. Entre ellos la tortura fue igual de dura, pero dado el rol social de madre que Lilián cumplía, la presión psicológica se basó en la utilización de sus hijos.
Se trajo entonces a la conversación la importancia que tenían los afectos para sobrellevar el encierro. Ivonne reconoce que al momento de “tener ganas de tirar la toalla, los traía.” También dedicó palabras a explicar su experiencia a los jóvenes presentes. Contó cómo en sus años en el penal conoció la oscuridad, lo peor del ser humano, pero también lo mejor: la resistencia, la contención y la solidaridad entre mujeres. Y con la misma intención, Anahit resalta la importancia de no encasillarse ni como víctimas, ni como heroínas de la historia, reafirmando que son solo mujeres a las que les tocó sufrir la cárcel, pero que perfectamente podrían haber sido otras compañeras de militancia. Tanto ella como Lilián, recuerdan que más allá de la resistencia y la solidaridad en la cárcel, tenían sus discrepancias, pero eso no le impidió sostenerse en el encierro.
Para ir cerrando el encuentro, una de las últimas preguntas que se realizó a través del chat fue “¿se arrepienten de haber luchado contra el sistema?”. Fueron despertando emotivas respuestas en las que plantearon su evaluación de lo que les pasó y sabiendo las consecuencias qué hubieran hecho diferente.
Anahit cuenta, que nunca podría estar arrepentida, “no podría mirar a los ojos a las nuevas generaciones y decir: yo no hice nada” cuando tenía la posibilidad de luchar. Lucía afirma con gran convicción que “hoy, con el diario del lunes, sabiendo lo que me iba a pasar ,yo haría lo mismo. Conocí gente impresionante y yo siento que hice cosas muy importantes. En absoluto me arrepiento, aún sabiendo lo que iba a pasar lo haría de vuelta”. Durante estas reflexiones se suma Lucy a la conversación, una de las 28 mujeres que participan de la denuncia por violencia sexual en el terrorismo de Estado. Al igual, que Lucía no se arrepiente de lo vivido pero sí de no haber retomado la carrera de medicina, “es el único arrepentimiento con el que cargo. Salvo eso, todo lo demás lo hubiera hecho igual”. Todas coinciden en cómo la experiencia del terrorismo de Estado les dejó profundas cicatrices, pero no sienten arrepentimiento de sus años de militancia, de su resistencia y de su compromiso político. Ante estas palabras parecen resonar a lo lejos, los acordes de Paco Ibañez, que musicalizan “Migas de Pan”, cantándonos y cantándoles “La vida es bella ya verás, cómo a pesar de los pesares, tendrás amigos, tendrás amor, tendrás amigos….