La importancia y el sentido de desarrollar actividades en clase se sustenta en la idea que el conocimiento no se recibe, sino que se construye. Si bien es muy difícil detectar cuando se producen aprendizajes reales en los estudiantes, desde hace mucho tiempo ya hemos superado la noción del profesor que vierte su conocimiento en mentes vacías que se apropian de él.
Cada vez más, la idea del aprendizaje como una construcción y reconstrucción de saberes se ha ido instalando y eso va acompañado de la idea del hacer, de la importancia que tiene en ese proceso la actitud activa de los estudiantes. No nos referimos a un activismo continuo, y válido por el activismo en sí mismo, sino a la importancia de promover en los estudiantes actitudes que los conduzcan a operar con los diferentes dispositivos o recursos que llevamos a una clase. En ese sentido se acercarán más a un proceso de descubrimiento y construcción del conocimiento lo que sumará en su apropiación y consolidación. El trabajo fundamental del docente es propiciar condiciones para que los estudiantes puedan realizar los mejores procesos de aprendizaje y que éstos resulten realmente significativos.
En este sentido, consideramos sustantivo señalar la importancia de enseñar procedimientos y estrategias además de contenidos informativos o declarativos. Por procedimiento entendemos “un conjunto de acciones que se desarrollan en forma sistemática para lograr determinadas finalidades y que suponen cierta reflexión consciente respecto a cuándo y por qué realizarlas.” (Berais y Zaffaroni, 2005). Estos procedimientos no se enseñan por sí solos, sino que siempre van de la mano de los contenidos de la disciplina, son indisociables. Como afirma Camillioni (1998) “(...) es indispensable, para el docente, poner atención no sólo en los temas que han de integrar los programas y que deben ser tratados en clase sino también y, simultáneamente, en la manera en que se puede considerar más conveniente que dichos temas sean trabajados por los alumnos. La relación entre temas y forma de abordarlos es tan fuerte que se puede sostener que ambos, temas y estrategias de tratamiento didáctico, son inescindibles”. (en Anijovich y Mora, 2010)
Existen algunos procedimientos que abarcan a más de una disciplina o que son básicos y comunes a todas. A estos se los considera generales, interdisciplinarios o transversales, mientras que hay otros que se los considera específicos ya que se vinculan al método de trabajo de una disciplina.
Para poner en práctica la enseñanza de procedimientos es necesario utilizar ciertos dispositivos o recursos que nos permitan hacerlo, estos pueden ser textos, audiovisuales, imágenes, y un sinfín de posibilidades según la disciplina que se trate.
Un detalle no menor y sobre el que queremos alertar es que consideramos que este trabajo debe ser planificado, organizado y jerarquizado por los docentes al igual que las secuencias de contenidos informativos que enseñan. Es decir, no se trata de que cada día voy a clase con un dispositivo y un procedimiento nuevo, sino que, para que la enseñanza funcione, los procedimientos y por lo tanto las actividades a plantear deben estar en el marco de un proyecto de enseñanza.
Es en el proyecto, en donde los docentes ponen en juego sus concepciones de la disciplina y de la enseñanza, en donde desarrollan sus propósitos, sus deseos. A partir de trabajos de Boutinet y de Barbier, Ana Zavala considera que “En realidad, hacer un proyecto es producir una representación anticipatoria de un acontecimiento futuro que uno imagina posible y deseable de esa manera” (Zavala, 2011)
En ese proyecto, en esa anticipación, tanto sea de un curso, de una unidad didáctica o de una clase, además de los contenidos propios de la disciplina que me planteo enseñar es recomendable prever, proyectar, planificar las actividades, pensar cómo voy a secuenciarlas, qué tipo de actividades y recursos pueden estar más disponibles y ser más adecuadas según el tema a enseñar.
Es importante planificar las actividades “Porque de este modo, los docentes creamos condiciones apropiadas para que los estudiantes construyan aprendizajes con sentido, es decir, conocimientos que estén disponibles para ser utilizados de manera adecuada y flexible en situaciones variadas.” (Anijovich y Mora, p.26)
Tanto los temas, las actividades o los procedimientos que vamos a enseñar tienen que tener un sentido para nosotros, los enseñamos y los utilizamos por algunas razones que tienen que ver con lo disciplinar, lo epistemológico, pero a veces también con nuestros gustos, nuestras experiencias de vida, nuestros deseos.
Y tan importante como que nosotros podamos encontrar el sentido de lo que enseñamos es que podamos propender a que los estudiantes encuentren sentido a lo que les proponemos aprender; si no encuentran el sentido a la información que reciben, será muy difícil que puedan generar aprendizajes significativos.
Para ello, es importante compartir con el estudiantado nuestras intenciones y propósitos, transmitirles por qué hacemos lo que hacemos y para qué lo hacemos. “Hacer públicos y explícitos los objetivos y consensuarlos con el grupo de estudiantes posibilitará establecer un contrato didáctico en el que ambos, docentes y alumnos, se responsabilicen por la enseñanza y el aprendizaje. Pero además, para lograr una autonomía y un mayor compromiso, los alumnos tienen que comprender el porqué y el para qué de ese contenido, y evaluar sus propios logros y dificultades para el desarrollo de las diversas actividades.” (Anijovich y Mora, p.27)
Es importante jerarquizar, ordenar y secuenciar los procedimientos que nos proponemos enseñar, como ya dijimos. Podemos partir de algunos más sencillos y transversales como la comprensión lectora para ir complejizando hasta plantear ejercicios de empatía y descentración de más alta complejidad y que permiten un abordaje estratégico. Para estos últimos, los audiovisuales y el cine, en particular, resultan muy atractivos y de gran potencial, al igual que los testimonios. En ambos casos, el contacto directo con un protagonista real o ficticio de un determinado proceso, acerca al estudiante la vida, las peripecias por las que transitó y permite que pueda experimentar algo de eso que ve. A partir de esa identificación o rechazo con los personajes, el trabajo en clase puede transitar por ejercicios de empatía que permitan profundizar en determinados procesos históricos, ideológicos o situaciones de vida que, de otro modo, pueden resultar muy lejanas o de difícil comprensión para los estudiantes.
En los ejercicios que proponemos para trabajar con la película Migas de pan y los testimonios, podrán encontrar algunos ejemplos de este tipo de abordajes.